La balanza de la crisis

La forma de entender los cambios y enfocarte impactará en los resultados como persona, equipo y organización.

Las crisis son como un empujón que no controlamos. Son parte de la vida, del desarrollo y la evolución. Implican cambios que nos desestabilizan y desenfocan. Del griego Krisis es ‘decisión’ y el verbo krino signfiica ‘yo decido, separo, juzgo’. Refiere al momento justo en que sucede un cambio muy marcado.

La actual crisis mundial tiene implicancias personales, familiares, sociales, políticas, económicas y que impactan a nivel de la salud y la vida. Estamos retados a decidir y actuar en todos los niveles. La forma en que la transitemos tendrá inevitables repercusiones.

Ante los primeros indicadores en cualquier crisis, perdemos comodidad, salimos de nuestra zona de confort y estamos llamados a ampliarla. Se instala cierto desconocimiento y perdemos seguridades.

El cambio –y mucho más la crisis– trae resistencias a nivel del organismo y en todos los sistemas. Estas pueden ser conscientes o no, dependiendo de la intensidad y el estado en que nos encontremos. También influirán nuestras características y nuestras memorias. Transitarlos con salud o sin ella, estará en nuestras manos. Cuando no nos hacemos cargo de nuestra situación, no logramos adaptarnos, comenzamos a recibir señales de nuestro cuerpo y hasta enfermamos.
Lo incierto dispara reacciones físicas. En una balanza aparecen, de un lado, amenazas y, del otro, desafíos, que jugarán su propio juego. La inclinación de la balanza será determinante.

El lugar de las amenazas ociará como freno del cambio y la adaptación. A nivel personal, pueden estar en el nivel físico, social o emocional.
Las amenazas activan el sistema de defensas, con la correspondiente segregación de cortisol, que producirá niveles de ansiedad. Si ésta última permanece en el tiempo o su intensidad es alta, llegará el inevitable estrés. Cuanto más amenazados nos sintamos, más impulsivas y desproporcionadas serán nuestras reacciones. La inestabilidad y el criterio de economía con que funciona nuestro cerebro nos llevará a la búsqueda de lo conocido. Lo que implica el no cambio.
En el otro platillo de la balanza, están los desafíos. Vienen acompañados de recompensas que activarán la segregación de dopamina –neurotransmisor relacionado con las motivaciones, el sistema de recompensas, la cognición, la conducta, el sueño, el humor–. Aparecerán poco a poco las certezas e irá disminuyendo paulatinamente la inestabilidad. El nivel de autonomía y bienestar aumentarán, habiendo activado tanto la voluntad, como el compromiso.

¿Cómo lograrlo? Es sencillo.

Cuando aparecen indicadores que llegará la crisis o aún ya estando en ella, detenegámonos para observar lo que sucede desde distintas perspectivas. También observémonos a nosotros mismos: ¿Qué sentimos? ¿Qué pensamos? ¿Qué acciones tomamos? ¿Cuáles son o serán las repercusiones?

Será necesario diseñar objetivos y expectativas, estableciendo etapas pequeñas. Estas permitirán acumular logros, que nos empoderarán para seguir avanzando. Lograremos instalar un círculo virtuoso.

A través de los objetivos diseñamos futuro y, si éstos son congruentes con nuestros valores, nos iremos transformando ya en el proceso, en una mejor versión de nosotros mismos, ya sea como personas, equipos u organizaciones. Podremos armar que las crisis son una oportunidad de desarrollo; por eso la actitud que las personas asuman será determinante.

¿Qué lado de la balanza vas a inclinar: el de las amenazas o el de los desafíos?